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EL DISCO DE LA ABUELA de Juan Carlos Villalba

1)  ¿Qué dice la canción Abu..? - preguntaba yo  No se…mi amor…no se - contestaba emocionada.  ¿Y entonces porque lloras?  Tampoco lo se – decía – y se quedaba mirando a lo lejos, mientras me acariciaba entre melancólica y feliz.  Esta escena se repetía casi todos los domingos en casa de la abuela cada vez que ponía a sonar su disco preferido. Aquella música y esa voz maravillosa que cantaba en un idioma por entonces extraño para mí, me sugería  imágenes surrealistas, una especie de   pájaro inexplicable que cambiaba de formas y colores, según el momento y el tono de la melodía. Pero…              Porque lloraba la abuela..? Porque muchas veces terminamos abrazados y lagrimeando..? Que poder tenia aquella música para conmovernos de esa manera..? Durante muchos años me lo pregunte. 3)   Con el tiempo, convertido en adulto y amante de la música clásica, supe que aquel idioma era el francés, que aquella mujer de voz insuperable era María Callas, que el aria que

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Ninozka Chacón: Reflexión



Reflexión sobre el Sudario de Turín. Por Ninozka Chacón Blandón
NICARAGUA: Deseo hablarles en esta ocasión sobre el Sudario que envolvió a Jesús cuando fue sepultado; concretamente sobre su envoltura mortuoria, porque para hablar de Cristo serían incalculables mis palabras, pensamientos y sentimientos y ocuparía gustosa el resto de mi vida y no terminaría jamás de hacerlo, para trasmitir sus mensajes.
Sólo a través del amor y del servicio, un hombre llamado Jesús pudo enfrentarse al sufrimiento del Calvario y lograr la inmortalidad. QUE ES EL SUDARIO CRÍSTICO? Es un sencillo trozo de tejido de lino rectangular de 4.36 mts. de largo por 1.10 mts. de ancho, hilado posiblemente por tejedoras artesanales de Palestina en forma de “espina de pescado”, con un peso de 1123 gramos, hecho hace dos mil años. Es a nuestra época el mudo testigo físico del paso por este mundo de un hombre de 1.80 mts. de alto y de complexión delgada en donde quedó impreso con su propia sangre el doloroso sufrimiento de una mortal crucifixión. Hace dos milenios dos miembros del Sanedrín, - el Templo de los mal llamados jueces- que impartían la justicia en Palestina llamados Anás y Caifás, fueron los principales jueces y autores morales del suplicio de un gran hombre llamado Jesús, llenos de gran saña, odio y envidia, los peores pecados de la humanidad. Fue el tercer día de haber sido sepultado Jesús, que las mujeres María Magdalena, Salomé y María, madre de Santiago, Juan y Simón Pedro, fueron testigos oculares de la ausencia del cuerpo que había sido sepultado, encontrando en su lugar sentado en el sitio donde había sido colocado el cuerpo, a un joven de espiritual belleza quien les dijo: “No temáis, ya se que buscáis a Jesús el Nazareno. Pues bien ha resucitado, no está aquí, ved el lugar en donde lo pusieron”. Habiéndose enterado también de esto, el Sanedrín envió a sus sicarios Anás y Caifás a interrogar a José de Arimatea, también miembro del Sanedrín, sobre la desaparición del cuerpo de Jesús en el sepulcro, habiéndose relatado lo antes dicho. Solo encontraron en el suelo el sudario, así como una larga banda que había sujetado los largos cabellos de Jesús alrededor de su cabeza y su quijada, para evitar que quedase abierta con el rigor mortis, todo esto de acuerdo a las costumbres de esa época con sus muertos, el cual fue recogido y guardado secretamente por María Magdalena y Simón Pedro en primeras instancias. Cómo se presenta el Sudario desde ese entonces? El Sudario de Turín es el único de todos los objetos venerados como reliquias de la pasión de Cristo que ha planteado interrogantes a la ciencia, y es único de este tipo al que investigaciones científicas han restituido una identidad histórica, con un innegable título de autenticidad. El Sudario no puede ser una falsificación. Esta fue una afirmación del profesor Max Frei, criminólogo Suizo, botánico, palinólogo y Director del Gabinete Científico de la policía de Zurcí, y Perito de la INTERPOL. Inclusive, los científicos de la NASA trabajaron con todos los adelantos de la ciencia para confirmar la autenticidad de la época del Sudario y de la imagen gravada con sangre del crucificado, cumpliendo de esta forma su propio destino, el de ser el único testigo auténtico del suplicio y del sufrimiento padecidos por el hombre que envolvió en sus pliegues. Se dice en una leyenda que Gamaliel, su hijo y Nicodemo, habían recogido el Sudario y puesto en un seguro escondite del cual sólo María Magdalena y Simón Pedro conocían. Hasta el siglo IV de nuestra era no se sabe nada del Sudario que parece perdido. En el siglo X en Sudario aparece en Constantinopla donde se le venera y desaparece nuevamente durante el saqueo de Constantinopla de la iglesia de Santa María de blacherne, en cuyo altar se veneraba y conservaba el Santo Sudario. En el año de 1353 quince décadas después aparece en Lirey, Francia bajo la propiedad de los Condes de Charny, quienes lo conservaron hasta el año 1452 donde atrajo multitudes que lo veneraron. Un nuevo cambio de rumbo lleva el Sudario en 1518 a los Duques de Borgoña en Francia. Un 3 de diciembre de 1532 un violento incendio estuvo a punto de destruir el sudario y dejó en él huellas indelebles. Por el intenso calor una gota de plata derretida proveniente de la urna que lo contenía cayó en uno de los ángulos de la tela, provocándole daños irreparables, más la imagen que llevaba impresa no fue dañada. En el mes de septiembre de 1578 el manto es trasladado a Turín, Italia y depositado en la Capilla de San Lorenzo y a la fecha está depositado en su propia capilla del Santo Sudario, en la Catedral de San Giovanni. En sí, el Sudario es un mapa humano que presenta una doble imagen, frontal y dorsal del cuerpo del hombre que envolvió. En la impresión se determina claramente una excoriación muy grande y magullada sobre su hombro derecho, por haber transportado prolongadamente un pesado objeto de madera rugosa, sin pulir. El cuerpo que envolvió tenía heridas graves, llagas abiertas como labios ensangrentados, magulladuras consecuentes de golpes que fueron asestados con precisión y de forma sistemática. Marcas profundas de latigazos en ambas partes del cuerpo –dorso y espaldas- y en las pantorrillas; excoriaciones profundas en la frente y en el cráneo heridas semiprofundas alrededor de la cabeza, por la imposición brutal de objetos puntiagudos y afilados penetrantes en su cuero cabelludo, y en la cintura mucha sangre; [en libros antiguos se habla de latigazos en los testículos que posiblemente pudieron reventarlos con gran dolor]; herida profunda en la planta del pié derecho, todos signos del más cruel tormento. Siete lesiones en su cara son visibles en la impresión en sangre del sudario: Sobre el arco de ambas cejas tumefactas, una hinchazón bajo el ojo derecho por fuerte golpe de revés. La nariz hinchada, el hueso de la nariz ligeramente desviado hacia la izquierda que por el golpe recibido se pudo haber desprendido bajo la piel el hueso nasal y su cartílago, por violento golpe asestado con gran fuerza, con un objeto contundente y grueso como un tremendo bastonazo impactado en su nariz. Según las leyes de Sanedrín, los castigos eran de 39 latigazos, no así la ley romana que eran sin fin, propiciados hasta la muerte, cuando era muy grave la falta. La flagelación que recibió Cristo provocó heridas que pusieron en carne viva su piel. Una interminable lluvia de golpes sobre la víctima que estaba atada a un pilar recibiendo sistemáticamente golpes de dos verdugos, a su diestra y siniestra. Uno con una correa de cuerpo en cuyas puntas de ataban bolitas de plomo que provocaban contusiones y tumefacciones muy grandes; el otro, con una correa de cuero en cuyas puntas se ataban huesitos de cordero o astrálagos, que al caer con fuerza en la piel causaban dolores de incalculable suplicio, encaminados hacia el martirio y la muerte. Presentaba un corte profundo en la muñeca izquierda; otra, de bordes abiertos en el tórax, costado derecho, donde penetrara un objeto punzante, método utilizado para dar el golpe final al moribundo. Todos nosotros conocemos la imagen difundida por la iconografía cristiana que representa a Jesús en el camino hacia el Monte Calvario curvado bajo el peso de una Cruz Latina, formada por dos travesaños cruzados en ángulo recto. Si vemos al crucificado del Sudario debemos reconocer que la cruz no fue de forma latina. Los condenados a muerte no llevaban jamás una Cruz completa, pues estaban obligados a arrastrarse con el peso del brazo trasversal de la Cruz al Patíbulo, ya que el brazo más grande estaría clavado en la tierra, aguardando por él. El suplicio de sus manos: La fijación de las manos por las muñecas desde la cara interna hacia la externa era simple y habitual en todo verdugo experimentado y así ocurrió con la mano izquierda; en el examen del sudario permite ver huellas del pulgar envuelto hacia el interior de la mano. Por qué? Simplemente, porque cuando el clavo atravesó el espacio blando y los primeros tejidos flácidos de la muñeca, el pulgar se proyectó hacia adentro, alcanzando el nervio mediano; el sufrimiento provocado por esta brutal agresión genera dolores cuya intensidad es imposible de imaginar, puesto que el nervio mediano es nervio-motor y sensitivo. En el caso de la mano derecha, el clavo no penetró con el primer martillazo y pareciera que hubiese salido y entrado varias veces antes de fijarla al madero de la Cruz. Finalmente algunos científicos consideran que la muerte del crucificado del Sudario se produjo por asfixia, dada por posición forzada del cuerpo en que los músculos del pecho estaban en tensión extrema, estirados al máximo, manteniendo al cuerpo en una posición de aspiración forzada lo que le impedía la expulsión del aire viciado de los pulmones, más el agotamiento físico, crearon las condiciones extremas de muerte por asfixia. Queridos amigos: Nicaragua tiene muchos años de sufrir terribles huracanes, volcanes que revientan en arena y fuego inmisericorde arrasando todo a su alrededor; maremotos que destierran la vida de las orillas de nuestras playas, deslizamientos de lodo derretido sepultando todo resquicio de vida humana, plantas y animales, dejando a su paso muerte, desaparecidos, dolor y miedo. Lo que les he relatado aquí es para nuestra propia reflexión, para hacernos recapacitar hacia el bien y hacia el amor a nuestros semejantes en todo sentido, pues ninguno de nosotros, a pesar de tantas desgracias sobre nuestra tierra, NADIE, nadie, ha soportado un conglomerado de sufrimientos, todos al mismo tiempo como los recibió Jesús en nuestro nombre, en nombre de ese gran y único Amor a todos sus hijos, LA HUMANIDAD ENTERA. Managua, Nicaragua, 13.08.1999

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