LLUVIA
Estoy oyendo llover. Y me desintegro, pierdo las formas que me limitan para diluirme en el agua. Estoy lloviendo y choco estrepitosamente contra el alero del quincho y me resbalo por las canaletas, me filtro en el jardín, arrastro la tierra de las barranquitas, me encharco en los desagües. Asumo tantos ruidos diferentes, colores, transparencias. Chorreo, goteo. Golpeteo contra las aplanadas hojas del filodendro y salpico los vidrios. Me enfurezco en los techos buscando sus fallas, sus grietas escondidas.
Yo no puedo dejar de llover. La sensatez indica el intento de cimentarse en una casa. Una casa acogedora, de grandes ventanales con prudentes y castas persianas, con avizores cerrojos nocturnos. Pero no puedo abandonar la intemperie, no ser lluvia. Lluvia. Desordenada lluvia que no admite forma global, que está y no está en la gota, en el canto, en la nube, que forma napas y alimenta ríos pero no está ni en lo uno ni en lo otro.
Soy la que se derrama, se regala, penetra, fertiliza, moja, empapa, limpia o ensucia, según.
Sólo sé caer, desparramarme, deslizarme y permanezco únicamente en el oído de los hombres como una música de orígenes que los empuja hacia dentro de su corazón en busca de un techo no existe para mí, que soy la lluvia, la que está fuera. Deshilvanada, deshilachada, descabellada, desnuda. La que está fuera llorando su exilio.
(De “ Del luminoso error” (1982))
Brechas del Muro
para Beatriz, con el amor viejo
“es mero muro es mudo mira muere”
Alejandra Pizarnick
es muro un mero muro un muro para morir un muro
mudo es miedo mudo de la muerte
muerdo el muro el muro miente MIERDA el muro
muro de muerte
siento el musgo del muro el mero musgo muelo mi mente
contra el muro el muro es un muelle que se hunde en
oscuros mares mero musgo mero musgo del muro para mi
muerte Mierda
es muro es mero muro es mudo mira muere
la vida por los amigos di la vida di mi muerte
mi mera muerte mi mera vida contra el muro contra el
muro siempre
mira es mero muro mira el muro muere
(De “Brechas del muro” (1986))
*
sol edad es el tiempo que nos queda
soles que viajan solos rigiendo
en tristes centros sistemas planetarios
llamaradas de vos destruyen las voces
estallan la palabra y el encuentro
mientras la vida va y va y va.
(De “La varita del mago” (1990))
IV
noche
quedóse exhausto el mar que tanto bufó el viento.
una desmesurada noche disemina ecos de fukuyama.
y tu voz, un susurro en la espuma del mar,
batiendo , sin embargo, duramente.
el único problema ideológico,
verdaderamente serio
que nos queda por debatir,
es la muerte.
pensar, legislar, engendrar
desde su perfil estricto.
pero ¿qué si desvanecemos el luto?
¿qué si disfrazamos la obra
del dibujante eximio en nuestro rostro?
¿qué podrá saber quien no empuñe
-como triunfante bandera por la vida-
la epifanía del ritmo de la disolución?
tu sabia disolución te hará invencible.
honra, pacientemente,
la sacralidad del instante
y el milagro austero de la precariedad,
ardua llave del arte,
que siempre, aunque te abrume,
es la orfebrería de lo mínimo.
contracara del poder.
en fin, hija
esa hendidura leve
del escueto diálogo
con la más fiel de las amantes.
(De “La vida espera” (1995) )
*
Caudaloso río iluminado por enervante sol del desierto se revuelca y me revuelca de olas de juncos de algas de arco iris de barro y remolino burbujas caracoles movimiento la forma de las formas se perfila crece crecen plateados peces translúcidos almibarados crustáceos del inicio quelonios pétreos escondidos vamos hacia la orilla desbordada vamos venimos nos golpeamos recalamos y nuevamente una potencia nos arranca nos lleva nos deshace nos hace nos renueva nos forma y nos deforma vamos a un tobogán túnel de limo subimos rodamos más allá no se detiene marcha al galope el río desbocado marcha en torrentes corre y se abre se abre y abraza al mar al mar al que se vierte hacia él nos vence nos envía burbujas remolinos olas que se van aquietando se deslizan por la arena de plata de diamante de bronce de corales madreperla infinita la playa disemina y en ella la silueta apenas pura luz que descarta con suaves movimientos de medusa con espasmódicos ritmos de delfines la bella hija de Urano la Dorada está naciendo ved del proceloso océano el espejismo de horizonte invulnerable y trae el regalo el don que ha de otorgarnos el erótico sexo que define al ser que llegará y habrá de amarla
victoriosa por siempre la divina Afrodita
(De “Regreso a la fuente” (2005))
Antología en La Revista
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