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EL DISCO DE LA ABUELA de Juan Carlos Villalba

1)  ¿Qué dice la canción Abu..? - preguntaba yo  No se…mi amor…no se - contestaba emocionada.  ¿Y entonces porque lloras?  Tampoco lo se – decía – y se quedaba mirando a lo lejos, mientras me acariciaba entre melancólica y feliz.  Esta escena se repetía casi todos los domingos en casa de la abuela cada vez que ponía a sonar su disco preferido. Aquella música y esa voz maravillosa que cantaba en un idioma por entonces extraño para mí, me sugería  imágenes surrealistas, una especie de   pájaro inexplicable que cambiaba de formas y colores, según el momento y el tono de la melodía. Pero…              Porque lloraba la abuela..? Porque muchas veces terminamos abrazados y lagrimeando..? Que poder tenia aquella música para conmovernos de esa manera..? Durante muchos años me lo pregunte. 3)   Con el tiempo, convertido en adulto y amante de la música clásica, supe que aquel idioma era el francés, que aquella mujer de voz insuperable era María Callas, que el aria que

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Michou Pourtalé : poemas


Michou Pourtalé nació el 14 de mayo de 1934 en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en la ciudad de Buenos Aires. // por Rolando Revagliatti








“verás 
cómo se hace la tierra
con una imagen de infancia

y un deseo
a muerte de pisar
el lenguaje terso
de las rondas”

Liliana Lukin

Verás cómo se hace la tierra
entre cánticos y plegarias.
Verás recoger manzanas y vides,
tejer ilusiones con nardos.
Verás las manos del mundo unirse
en las rondas del estío.
Tersura entre limoneros, perfume de verbenas.
A la ronda, ronda
giran los niños, giran
descalzos los pies de la infancia,
nos acarician,
nos protegen los niños, nos salvan
los niños,
nuestros niños.
(de “Milenaria caminante”)




LA GALGA

Galgueando, vieja perra cimarrona,
atravieso los campos del misterio
bajo un conjuro bermellón de sol y luna
y el mordisco a la Cruz del Sur
brillando entre los dientes.
Pampa, paja brava
el cuerpo lacio cortajea,
grito hosco de chajá en su laguna.
No existen alambrados ni tranqueras
ni ranchos que me atajen.
Sí, la llamarada humeante del indio
y de su chusma.
Yanquetruces, Catrieles me acorralan
maloneando destreza en mi combate.
Fortinera plantada
sobre estas leguas de campos tendidos,
herencia de una sangre sin murallas,
en soledad sin agua,
inmenso el techo azul de lo bravío.
(de “Milenaria Caminante”)




FRUTAL


El pericarpio del fruto palpita
medianamente se lo oye
en su tierno frutal encierro
de pellejo oro.
Dentro de la tarde desvanecemos
mi madre junto a mí las dos
diosas hieráticas hijas de Demeter
jugadas en jugoso juego
de cosechar ciruelas
ritual para buenas mujeres celtas
cuyo conjuro es reír al unísono
y disparar pisadas resbalosas
alrededor de un tronco retorcido.
En un gran slam patinamos cesto y ciruelas
¡splash! ¡splash! surge el gorgoteo de la imagen
desde el suelo pusilánimes hormigas
nos ven mientras caminan en fila
con prolijidad de indiecitos sioux
portan su carga de obrera diligente
a merced de nuestras esparteñas
tanto pisoteo desbarajusta la tarea
¡splash! ¡pum! ahora semejan lémures
fuera de sus cuevas trepan unas arriba de otras
el disparatado baile me obsesiona.
Mi madre no se percata de lo que yo veo.
El vestido de rayón de mamá
el mío de tobralco
texturas diferentes de esta foto sin contorno
y el recortado embudo de latón
para alcanzar entre moscas y tábanos felinos
las más gordas y altas ciruelas.
Sabor a ellas en la siesta tarde
de un verano manso la canícula
arrecia entre los fuertes olores
emanación de corral orín y bosta
la tierra se ha tragado huesecillos descarozados
deshechos a puro ciruelo en hojarasca
la tierra me ha de tragar como huesecillo también.
Retorno al compás del presente
de pie el ciruelo huero
aspira el aire de lo lejos y hoy
en el atrape ondulante de su tronco
lo irrecuperable está escrito
como juguete de la naturaleza
implantado de por vida. Pienso
un vuelo de calandria fue regalo para mi madre
ella se ha volado como gorrioncito
y ella se vuela entera entre sus frutales
iluminada con un cesto repleto de luciérnagas
muy plata en la mano su embudo
flechando rayos de mil tormentas
de cala la enagua traslúcida ella vuelve
hacia el espejismo difuso del atardecer campero
y yo la sigo con la métrica de mis ojos
de mi niñez austera cándida
dentro de un tarro de mermelada ácida
el contenido pegotea engolosina
y la ciruela sigue aún goteando
gotitas de un raro almíbar oroazul brillan
en las comisuras de la boca
de mi nieta menor.
(de “Signos tardíos”)




Creo que empiezo a darme cuenta del
placer propio de los bosques de pinos.

Francis Ponge


Llueve muy manso ha llovido.
Bajo el pinar van creciendo hongos
blancos se muestran felices
anacoretas fatuos
con redondos penachos
sólo un pie los sostiene.
Algo velado los irá cubriendo
de mortífera herrumbre.
No saben que la constante humedad
es motivo de su existencia
tan frágil ante el más mínimo roce.
Entre las agujas secas del pino
la rutina de la naturaleza
inexorable rotación de rueda
expande naranja una fronda
natural tapiz para ese hongo
espontáneo curioso.
Entre el bálsamo y la pausa
con perfume discreto
todo lleva a la contemplación
y posiblemente a la luz
don de un dios presencia inefable
que a gusto deambula entre los pinos.

(de “Signos Tardíos”)




Así es mi pájaro familiar,
el pájaro que acude a poblar
el cielo de mi pequeño patio. 
Henri Michaux

Invierno gris
manchón amarillento
un benteveo.
Como ayer parece decir:
todo lo que veo está bien.
Puntual al mediodía
inmutable al igual que rey se posa
y la rama agrisada del ciruelo resalta.
En la mañana temprana hubo escarcha,
la hubo y a la noche helará seguramente.
Y el campo taciturno en gélida espera
hace meditar a los ocultos brotes
y el día que no despunta en claridad.
Sobre el final de cada almuerzo,
ideograma oriental el pájaro
ya es un haiku volando en escritura
mientras amarillo el plumaje se cuela
a través del vitral en la repetida visita diaria
su presencia se vuelve necesaria.
Y si la cadencia de un verso de Juanele
se insinuara con el canto del río
en tinta china el fino trazo del poeta
daría al instante el exacto delineado.
Nada percibe el visitante de las doce,
él es luz apenas tornasol y no lo sabe
cuando cristalino se escarcha
en la frágil rama gris del ciruelo.
(de “La mujer sin espalda”)



La mujer sin espalda se sostiene
con un solo pelo de la nuca
vive en vilo constante el transmutar
remueve sin pala la tierra de un vacío
que detrás la vuela de su angustia.
A partir de un ojo iluminado
ella apunta adelante hacia la meta
no le importan el pasado o la víspera
del mañana, nada la tumba ni aflige.
Nada con estilo pecho suelta su universo
agudiza el agua de la emoción
trance que la impulsa desde la orilla
cementada del estanque.
Espora de un raro helecho esta mujer
va rasgando las aguas de un infierno
con el arrastre del viento de su boca.
(de “La mujer sin espalda”)



*


Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Michou Pourtalé y Rolando Revagliatti, febrero 2015.

http://www.revagliatti.com.ar/030324_publico.html

www.about.me/rrevagliatti


Para contactarnosescobarlarevistadigital@gmail.com
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