Leo Castillo es un poeta que une la luz con la conciencia para alterar la humanidad y las palabras.// Autor:
Fabiola Acosta
Pájaro de fuego
“Rasparé con la conciencia en blanco el opaco embaldosado hasta fundirme en nada”. Con este verso,
Tu Vuelo tornasolado abre las puertas del lector y magnetiza el alma con una voz poética que parece adormecer el tiempo y contemplar la existencia en un paisaje solitario.
Hablar de la poesía de Leo Castillo es ver un pájaro en la oscuridad y mirar cómo su sagrado aleteo penetra en la intimidad de lo que somos. En sus versos está el Yo, que se debate entre el interior y el afuera, teniendo presente imágenes múltiples donde se reviven momentos que circulan en medio de una ciudad que le perturba y conoce.
En
Tu vuelo tornasolado escuchamos la voz de un poeta que nace y observa todo hasta el cansancio, y en otros versos llegan diversas voces que saltan y se impacientan hasta encontrarse con ese ser extraño frente al espejo; donde Leo se describe como un ser “huérfano y primitivo”.
En otro de sus textos escribe: “Yo me fío de mi mala fortuna llorando a carcajadas mientras me rompo el espinazo.” Allí se revela como un ser que enfrenta sus realidades en un mundo que lo espera inclemente, pero que con su fuerza interna, toma el control absoluto entre lo posible y lo imposible, dominando por completo la densa realidad.
Tu vuelo tornasolado es una obra de imágenes relucientes y cotidianas que se ciñen al dolor sin afanes; navega en las manos del hastió, y como “un sacerdote en movimientos mágicos”, hace resplandecer la poesía que quema en el altar de su conciencia. El poeta acude a un lenguaje irónico y lujurioso que arde en las llamas de un corazón femenino que lo devora como una débil paja. Sus palabras develan el secreto del placer donde las emociones humanas van sujetas a su propio cuerpo, y crean, como dice Gaston Bachelard, “una fiesta de fuego”.
Leo Castillo es un poeta que une la luz con la conciencia para alterar la humanidad y las palabras. Nos muestra un ser que duda y usa sus plumas de pájaro para grabar en el horizonte un canto teñido de realidades infinitas que construyen una recompensa para su soledad: la única que arde en el fuego elevado de su poesía, y que va “como el tiempo siempre en contra vía”.
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