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EL DISCO DE LA ABUELA de Juan Carlos Villalba

1)  ¿Qué dice la canción Abu..? - preguntaba yo  No se…mi amor…no se - contestaba emocionada.  ¿Y entonces porque lloras?  Tampoco lo se – decía – y se quedaba mirando a lo lejos, mientras me acariciaba entre melancólica y feliz.  Esta escena se repetía casi todos los domingos en casa de la abuela cada vez que ponía a sonar su disco preferido. Aquella música y esa voz maravillosa que cantaba en un idioma por entonces extraño para mí, me sugería  imágenes surrealistas, una especie de   pájaro inexplicable que cambiaba de formas y colores, según el momento y el tono de la melodía. Pero…              Porque lloraba la abuela..? Porque muchas veces terminamos abrazados y lagrimeando..? Que poder tenia aquella música para conmovernos de esa manera..? Durante muchos años me lo pregunte. 3)   Con el tiempo, convertido en adulto y amante de la música clásica, supe que aquel idioma era el francés, que aquella mujer de voz insuperable era María Callas, que el aria que

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Susana Rozas: Poemas

Susana Rozas nació el 30 de octubre de 1954 en Rosario, ciudad en la que reside, provincia de Santa Fe, la Argentina. // Por Rolando Revagliatti






De la serie inédita “Enramadas”


I

Vuelvo en un despojado espejismo
con tu linaje de silencio
con la confesión del paraíso y el ciprés
—los árboles pregoneros de infancias—.
Así
sentada en la umbría viudez de las esperas
sé que estás viva
en el rostro somnoliento
de mis devotos insomnios.
…………………………..
Como un campanario del cementerio
evocado en otros campos.





II

Trajo el vientre en el poema
sin voz ni sangre desperdiciada,
indiferente a Dios,
advirtiendo en un crepúsculo
una obra
una oración
una perenne orfandad

sin arrojo
para develar secretos
quirománticos futuros;
después
nosotras los concebimos.



*


III

Una entelequia era quedarte
por eso elegiste la muerte
sólo una metáfora abierta
en el vientre,
en la herencia zodiacal
de nuestras mujeres.

Te busqué,
sin elevar la voz
sabiendo que tu olor
de misteriosa desolación
y tiempo esclavizado
me encontraría
descubriéndote en la música
que volabas cada mañana.
e ingenuamente
te sobrevivió.





IV

Juntábamos hojas
para guardar en los libros
en ese otoño indestructible
de sus manos
—venas del color de
mi ropa de estudiante—;
voz apagada de ramas
de tierra y lenguaje parco.
………….
Ella tenía su propia Pascua
como una vestal de fuego
consagrada a la continuidad
de estas sacerdotisas
que multiplicamos ramas.
………………………..
Juntábamos hojas
diametrales en el piso
para indicar el otoño perdurable,
en que nos cubríamos
de adolescencia y senectud.






V

La abuela
dormía cubierta entre las gasas negras
de sus faldas;
las mías, de colores
prorrogaban entre las almohadas y los pañuelos que
cabalísticamente o por costumbre,
permanecían allí.

Pañuelos cerca de las manos
debajo de las almohadas
para que las urgencias del sueño
nos encontraran provistas de armas
de tela batista, bordadas, empuntilladas.

Y nuestras espaldas
beligerantemente impasibles
se miraban
desde el territorio
propio y finito
de cada cama, cada suspiro y un sino
bailoteando en los mosaicos encerados.



*


VI

Una suerte de chubasco
atormentado y quieto
como un arco iris del siglo pasado.

La clave que rememora
Tu llegada
Igual a una estación derrumbada
de cronología.

Sólo lo revive
la impasible zona de silencios con música
esparcida
en la alfombra
al amparo
detrás de la puerta / siempre allí
inmaterial y constante.





VII

Ella está en el cuarto aséptico
desmemoriado de blancura
destejiendo el crochet
que improvisa
con la mirada en la hospitalaria hiedra
construyendo una variedad turbia
desde donde nos abandona
en una cronología apócrifa.
…..
Ella está entramando
la historia oscilante
donde nos transforma en abalorios
en hilos y olvidos.
….
Ella teje otra forma
para apartarnos doloridos o inocentes.
Nos excluimos
acariciando sus manos
que pierden músicas, letanías,
dejándonos el aroma como una maldita
y certera brújula que nos indica
dónde quedará,
habitante de la misma piel.

Acariciamos sus manos
que van deshilando
nuestros años; viaje inmemorial donde nos perdemos:
esa piel que nos quema al tacto
la misma que nos dio la bienvenida;
esa piel que forma parte de la nuestra…
despedida queda, mansa con la imposibilidad de rescatarla, ya de arena,
de humo, de agua.



*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las Ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes entre sí unos 300 kilómetros, 2015.

http://www.revagliatti.com.ar/010919_pub.html
http://www.revagliatti.com.ar/011114.html


Para contactarnosescobarlarevistadigital@gmail.com

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