El “Día de las playas” se celebra desde 1919 cuando se produjo la separación Estado e Iglesia y se cambiaron muchas fechas de orden católico por nombres laicos. // Autor Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez
Una de las más hermosas tradiciones de la capital de la República Oriental del Uruguay, la hermosa Montevideo, año a año se vive el 8 de diciembre, día que marca en el calendario oriental el inicio de la temporada playera. El “Día de las playas” se celebra desde 1919 cuando se produjo la separación Estado e Iglesia y se cambiaron muchas fechas de orden católico por nombres laicos. De ahí que el día que se conmemoraba a la Virgen de la Inmaculada Concepción de María se transformó en el Día de las playas.
Montevideo tiene un aire de pereza.
Tendida cabe el río, sobre colinas gayas,
aburrida bosteza
hacia el espacio, por sus cinco playas.
¡Oh las graciosas playas de Montevideo!
Abren sus blancos brazos, como con el deseo
de estrechar todo el aire en sus arenas,
y el río les regala el cabrilleo
de sus aguas serenas.
Emilio Frugoni Queirolo en 1902, en “De lo más hondo”, elogia a la rivera montevideana, en uno de sus primeros poemarios impresos. El poeta Frugoni, nacido el 30 de marzo de 1880 será desdibujado injustamente debido a su brillante personalidad política. En 1910 será el primer Secretario General del Partido Socialista del Uruguay y también el primer diputado del mismo.
El también escritor y político uruguayo José Enrique Rodó, autor de Ariel (1900), obra con la que tuvo gran influencia entre los jóvenes intelectuales e idealistas latinoamericanos hasta 1940, comentó sobre el joven poeta Frugoni:
“Verdad de sentimiento, elegancia y delicadeza de expresión, manejo hábil es espontáneo del ritmo: tales son las condiciones que singularizan y realzan el talento de este nuevo poeta que es, en ese y otros conceptos, uno de los espíritus mejor dotados de su generación”.
Ramírez y Pocitos, y Carrasco y Malvín,
y Capurro, hospitales que curan el esplín.
En ellas tiende el Río de la Plata
sus sábanas de espuma para la conjunción
de sus aguas azules con la arena de plata
en que lento se acuesta el río, como un león.
El Profesor, el Decano de la Facultad de Derecho, el Abogado, el Sociólogo, el político, el diplomático, el hombre, el montevideano que supo interpretar con palabras a la ciudad que se rendía ante las aguas del río grande como mar.
Playas deliciosas que adoro y envidio,
sobre vuestro seno aventan su fastidio
voluptuosamente divinas ondinas,
¡oh playas divinas!
En 1966 se presentó a las elecciones nacionales, el poeta tenía 86 años. Escribió una carta titulada: “Carta sin sobre a los socialistas”. En ella entre otros comentarios escribió: “Me doy cuenta que afrontar una campaña electoral es además una aventura económica. Para contribuir a los gastos entregaré el único bien que puedo disponer, mi biblioteca, a fin de que sea vendida en la forma que se considere más conveniente, si es necesario en subasta pública”
Emilio Frugoni, pasó de su juventud a la muerte, un 28 de agosto de 1969. El poeta no tuvo ancianidad: “Mi vejez es como el horizonte: se mantiene lejos de mí, retrocediendo a cada paso que doy en el camino de la vida”.
El filósofo uruguayo e historiador de las ideas Arturo Ardao dijo que Frugoni resultó ser, a la vez y con profunda unidad, hombre de ciencia, hombre de arte y hombre de acción”.
¡Playas, playas, playas! bocas sonrientes.
¡Playas, playas, playas! Brazos en que veo
meterse confiadas mil formas vivientes
que adivino o deseo
¡Playas, playas, playas de Montevideo…!
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