MONTEVIDEO
Cuando anochece
es bella como ninguna.
En la madrugada
sus calles silenciosas,
casi vacías.
La brisa del Plata
nos trae historias de leyenda.
Pálidas luces en el interior
de alguna casa.
Mi vista se pierde en el
fondo de la bahía.
Inconfundibles aromas
plateados y azules.
Montevideo,
estoy desterrado y sin
rostro,
como esos fantasmas
que entran con los ojos cerrados
en una ciudad perdida.
ESCOLLERA SARANDI
Un domingo de Julio,
llueve.
El viento iracundo y helado
rompe el silencio inaudito.
Montevideo,
Ciudad mágica entre el mar y el cielo.
La calle está sola,
rumores de ausencia
invaden el empedrado.
Surgen pedacitos de nostalgia,
nada queda del ayer.
Quizás el viento recuerde algo.
Atrás quedaron voces...
El diluvio persiste.
Agua terca.
Lenta tristeza,
penetra en los poros de la cotidianeidad.
Una piedra lanzada desde la escollera
despierta la brisa marina,
de aromas salobres.
Los botes
Parecen piedras ondulantes,
Que generan una atmósfera contemplativa.
En el horizonte, los designios del destino.
Los mástiles del Calpean Star
rasgan el gris impertinente
de la tarde.
A VOS CIUDAD
Grises edificios
de cara al viento.
Ese viento Montevideano traicionero,
rompe paraguas.
Ciudad, con tus ojos de invierno,
las voces callejeras
enmudecen como las piedras de tus calles.
Ciudad vieja,
calles estrechas,
casi impenetrables.
Proximidad sonriente del Plata.
Urbe abierta,
a los brazos del mar.
A vos ciudad,
con cierta luminosidad difusa
en la memoria de los ojos.
Un ojo de buey lleno de mar,
a pesar del tiempo y la lejanía.
CRUZ DEL SUR
Los desolados muelles
de la raquítica bahía
lo ven navegar
con viento calmo.
Las descascaradas casas
de la zona portuaria
Son bañadas por un rojizo resplandor
de faroles cansados,
de andar buscando auroras.
Rompiendo,
la soledad de la luna.
Él, sigue su rumbo
dejando atrás el estuario
para entrar de lleno
en el invisible océano.
La Cruz del Sur lo guía.
Trata de observar
La borrosa línea del mar,
indiscernible por las bajas nubes.
Un mar que lo atrapa
en su lujuria avasallante.
Su proa se hunde
en la sobrecogedora belleza,
que va de lo apacible a lo convulso,
cuando el crepúsculo,
enciende la hoguera.
RAÍCES
Ciertos días,
vuelvo sobre mis pasos,
y miro debajo del sol.
La niebla descendente,
fresca y gris,
ahoga la claridad.
En la oscuridad me pregunto :
¿Soy Lautreamoniano por
Montevideano.
DE VIAJE...
In Memoriam Ariel Muñiz (Escritor)
Uruguay 1942 - México 2005
Fuiste
un decorador de historias.
Gracias a tus escritos,
Viví nostalgias tangibles.
Amargura tibia,
aire desairado.
Las olas llevan tristeza.
Los ojos en el horizonte,
la espuma
estalla contra las rocas.
Uno muere en su tiempo.
El viento borra las huellas
y traslada los aromas.
Allí vas, en tu incorpóreo viaje.
Evolucionan figuras en el aire.
Te mirás
En el espejo del agua.
Mirás debajo del sol,
la luz sobre el mar,
marca el rumbo.
Simplemente
buscás el Sur.
La vieja tierra lejana.
El Paisito.
El agua no lo sabe,
llegarás.
VIENTOS
Voy a un lugar donde el tiempo no existe.
Amaneceres y soles,
duermen más allá del espacio.
El alfabeto del agua
es modulado por las voces de las sirenas,
en un espacio exento al tiempo.
En un mar de palabras
interpretando los misterios
del hombre común.
Donde resuena mi voz estridente
que se apaga con el viento del sur.
MONTEVIDEO II
Montevideo, vistes
tu cuerpo de siglos,
silencioso y gris.
Ciudad oxidada,
el pasado es polvo.
En tus muros,
el pueblo hace poesía.
Anónimas angustias se desplazan,
miradas distraídas y lejanas.
La memoria germinando,
recuperando historias que nos pertenecen,
perpetua tristeza.
Puerto y tango llorón.
VENCIDOS
Una gaviota solitaria
anuncia la llegada
de los barcos vacíos.
No había agitados cardúmenes
en el sótano de las aguas
del Río de la Plata.
Estocada mortal a los pescadores,
vuelven vencidos.
En el muelle del puerto del Buceo
las aguas filosas
hieren las rocas aullantes
que exhalan ruidos armónicos.
Mientras vuelan infinitas
mariposas de espuma
la tarde va oxidándose
y se pierde la luz.
Autor: Washington Daniel Gorosito Pérez
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