Sonia Rabinovich nació el 5 de marzo de 1955 en Córdoba, donde reside —Barrio Villa Belgrano—, capital de la provincia homónima, la Argentina. // Por
Rolando Revagliatti
Quién tocó tus labios entre los hilvanes de la niebla
y los untó con aceite de ciervo apuñalado en medio de la noche.
Quién dice no importa más que esta palabra
que te mece de frío a trópico de pasión a muerte.
Quién dijo asomarse a la orilla del mundo, descubrir
quién dijo descubrir la piel caída de costado
la piel y carne viva al margen de todas las fronteras.
Quién dijo eso es el hombre, solo eso es el hombre.
Quién te tocó la boca y los dientes
para que aprietes la palabra y la rompas sobre la hoja.
Quién te sopló en el pecho y en los ojos
para que con eso te sea suficiente.
(De “Los nombres de la herida”, 2002)
IV
Ella no mira su cara,
sabe que él escribe un mundo
porque un haz luminoso se deslíe
sobre la piel del hombro, la nuca
y descorre lo inoportuno de un cabello.
Ella está quieta,
respira lento
teme disipar el mantra
que él repite, vértebra por vértebra
hasta llegar a la cintura.
Nadie sabe leer.
Analfabetos en el paraíso.
(De “Escrito en la espalda”, 2005)
No puede moverse,
teme que las letras caigan,
que las palabras se destiñan
con la humedad,
que resbalen y formen otro texto.
No quiere moverse,
pero escucha el reloj
y escucha el viento
y Heráclito y los mismos y no somos
y no quiere moverse.
(De “Escrito en la espalda”, 2005)
*
Comíamos ciruelas y damascos,
comíamos semillas de zapallo tostadas,
de girasol. Al sol, comíamos.
Eso era todo y tanto,
el gusto, el tacto y el olfato.
Sacralidad olvidada.
Paraíso en los labios.
(De “La barca de las especias”, 2011)
La taza contenía el líquido
oscuro y espeso
que prometía un mundo.
Apenas café turco, molido fino
con una cucharada de azúcar negro
y semillas de cardamomo en el hervor.
Apenas un aroma que se esparce,
los labios que se bañan en lo oscuro
y nadie que sepa leer la borra.
La borra, lo que se borra, nadie.
(De “La barca de las especias”, 2011)
*
Frida y Frida
Frida te llamabas también
y no era el patio de la casa azul
y no pintabas tu retrato,
pero Frida en el quiebre,
en la silla de ruedas,
en lo judío del padre.
No te arrasó un tranvía
sino un tren de seres hacinados.
No era México,
era el gueto excluyente de Varsovia.
Encorsetadas Fridas
una con hijos
deshilándose en el vientre,
otra enterrando nombres en el humo.
Frida te llamabas.
No hablaste más polaco,
no alumbraste en shabat,
no fuiste libre en pesaj
ni perdonaste en kipur.
No perdonaste.
Te atravesó una vara
de víscera a víscera como a ella,
la otra Frida.
Te fuiste con tu nombre
al humo de otros nombres.
Te fuiste de tu nombre.
Y yo Kahlo en tus huesos
la parte de mi sangre.
(De “Mujeres rotas”, 2013)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: ciudades de Córdoba y de Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Sonia Rabinovich y Rolando Revagliatti, 2015.
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www.revagliatti.com.ar
Para contactarnos:
escobarlarevistadigital@gmail.com
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