Santiago Espel es un poeta argentino cuyas obras fueron traducidas al inglés, alemán y portugués // Por
Rolando Revagliatti
El vendedor ambulante de biblias
Lleva la palabra de Dios de casa en casa.
Sabe unos versículos de memoria que recita
proféticamente cuando le abren la puerta.
Ego sum qui sum y alza los globos oculares.
Por su eficacia infalible en las ventas
para el dueño de la empresa es el mesías.
De casa en casa lleva la palabra de Dios.
Frente a los compradores ensaya
una exégesis deliberadamente críptica.
Si no fuera por la circunstancia de criar
ovejas negras en la terraza de un piso 20
sería un hombre perfectamente normal
además de un imbatible vendedor de biblias.
*
El acorde místico de Scriabin
La vibración rebota en los gruesos
paños de la sala: aros perforando
las paredes de agua del sonido.
Es la meditación del instante
hecha coágulo en la eternidad.
A miles de kilómetros de distancia
entre serpientes y carnavalitos
canta el arroyo y rezonga el carancho.
*
Babieca
Tratando de entender las propiedades
abstrusas de los carbones y los aldehídos
en plena clase, en la noche cerrada,
tu cuerpo abierto de ciervo rojo bajo la luna.
Nada de lirismo, me dijiste, haciéndome
lugar en la cama.
*
El hacha de sílex
Rebajada a vitualla arqueológica
el mango rústico abraza los cantos de la piedra
y se pierde en vaguedades de estilo, la forma
en que caía sobre el lomo del animal
o sobre la espalda del adversario.
Una tipificación celosamente estudiada
hace de la bravura de antaño un visaje,
una elegía para el asombro del museo.
Ríos de sangre intactos aún corren
por su filo irregular, y van a secarse
en el liquen de los muros.
De esa doctrina abrevan los hombres,
sin enjuagarse las manos, ni mirarse a la cara.
*
La esponja con vinagre
Forzó al límite la vanguardia
y se perdió de noche en el contraste de la salina.
Se impuso la penitencia del soneto
y la extravagancia del verso yámbico.
Lo encontraron disecado y con los ojos en el cielo.
*
Crónica de la muerte del autor
Podría ser un primerísimo y magistral plano de Chabrol,
porque llueve en París, y el viento golpea con fuerza
en los toldos de los cafés, mientras un hombre con
sobretodo cruza la calle con un diario bajo el sobaco
y un cigarrillo en los labios, pegado a la comisura.
Sigue otro plano en perspectiva plana y casi velada:
Una camioneta de lavandería dobla una esquina
y embiste al hombre que no ha terminado de cruzar
ni de llegar a la Sorbona, donde al parecer, se dirige.
El cuerpo acusa el impacto y queda laxo en la calle.
Estamos en la Rué des Écoles, es 25 de febrero de 1980.
Un travelling recorre de pies a cabeza al viejo canoso
que ha perdido sus zapatos y el diario del día.
De alguna extraña manera, el cigarrillo sigue pegado
a su boca, y el fino papel se empieza a teñir de rojo.
Después de amagar algo que parece una disculpa
o un gesto impávido de asombro e indignación,
el hombre que maneja la camioneta con ropa limpia,
planchada y perfumada, se aleja del círculo de curiosos
y dobla con vehemencia la esquina, dejando el rastro
de los neumáticos borrándose en la película de agua.
El hombre que maneja la camioneta es una silueta
que no sabe que acaba de atropellar a un viejo canoso
nacido Roland Barthes que habló de la muerte del autor.
El viejo canoso morirá un mes más tarde en un hospital.
Predijo la desaparición y la muerte metafórica del autor.
Encontró una mañana de frío y de manera involuntaria
el signo más concreto de su semántica y su fatalidad.
Los dos inciden en el pensamiento contemporáneo:
Uno por haberlo gestado. Otro por haberlo interrumpido.
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Olivos y Buenos Aires, distantes entre sí unos 17 kilómetros, Santiago Espel y Rolando Revagliatti, 2016.
http://www.revagliatti.com.ar/990624.html
http://www.revagliatti.com.ar/020311_trio.html
http://www.revagliatti.com.ar/020311_alba.html
http://www.revagliatti.com.ar/030326b.html
Para contactarnos:
escobarlarevistadigital@gmail.com
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